Ha empezado ya la cuarta temporada de Dexter y la serie empieza a mostrar síntomas de debilidad. Hasta el momento el balance que podríamos hacer sería: una primera temporada que sorprendió, una segunda que superó cualquier expectativa y una tercera que no pudo llegar al nivel de la segunda pero que mantuvo muy bien el tipo. Recordemos que las dos primeras siguen la obra de Jeff Lindsay y que la tercera y la que acaba de empezar ya no.
Cada una de las diferentes temporadas construye una trama alrededor de Dexter a un doble nivel: policial y personal. Empezó con el acoso de un asesino en serie que resultó ser su hermano, continuó con el descubrimiento de sus propios asesinatos y su búsqueda a la vez de una truculenta historia de relaciones sentimentales, y en la última temporada se centró en el descubrimiento de un posible compañero de crímenes a la vez que se afianzaba su relación con Rita y formaba una familia. Ahora la vida familiar, con bebé incluido, le pone al límite de sus capacidades para poder continuar con sus asesinatos a la vez que aparece un asesino en serio casi perfecto en la ciudad.
John Lithgow interpreta a Trinity, un asesino en serie que Frank Lundy (el agente del FBI que perseguía a Dexter en la segunda temporada) lleva muchos años intentando atrapar y que siempre se le escapa. Por lo visto hasta ahora, este personaje se encuentra en el punto opuesto a Dexter: dos asesinos en serie, uno es un lobo solitario (en palabras de Dexter) y el otro se ha convertido en un padre de familia. Y los dos muy buenos porque no les descubren.
En la trama personal de Dexter nos encontramos con varios conflictos: la rebeldía adolescente de Astor, el cansancio que provoca cuidar a un bebé y una serie de actos vandálicos en el barrio que por una consecución de eventos todo parece indicar que serán atribuidos a Dexter, lo que de buen seguro le producirá más de un dolor de cabeza. Todo ello contribuye a aumentar las dificultades para seguir llevando su doble vida, con los asesinatos justicieros por las noches.
Y decía que la serie empieza a decaer por una simple cuestión de comparación de tramas. Las de la cuarta temporada tienen muchísimo menos interés que las de las anteriores. Incluso en la tercera había unos asesinatos sin resolver que el espectador desconocía quién era el autor, cosa que en la temporada que llevamos no ocurre, salvo que la trama de los robos a turistas acaba ganando protagonismo, pero de momento parece algo muy secundario.
En la misma comisaría falta algo de chispa, de roce. Tan sólo una relación amorosa entre Laguerta y Batista, que me parece poco natural, y unos pequeños problemas de Dexter con Quinn, que me parecen poco convincentes, dan vida a la comisaría. Pero mantengo las esperanzas de que la serie pueda remontar el vuelo y confío en dos personajes: la periodista que se acuesta con Quinn y que le saca información a éste y el de John Lithgow, que estuvo inmenso en lo poco que salió en el primer capítulo y que creo que nos tiene muchas sorpresas guardadas.
Todo lo demás no me despierta mucho interés. Los asesinatos nocturnos de Dexter ya están muy vistos, de la misma manera que me empieza a sobrar la voz en off del protagonista que muchas veces no aporta nada. El retorno de Lundy que se mete en la relación de Debra con Anton tampoco no me entusiasma. Pero conservo la fe, porque Dexter es una gran serie y seguro que dentro de unos meses escribiré un post rectificando todo lo que he dicho hoy.