lunes, 19 de octubre de 2009

EL WOODY ALLEN MÁS RANCIO




El guión de Whatever works (Si la cosa funciona) debería haberse quedado en el cajón donde ha pasado los últimos treinta años. Parece que a Woody Allen se le empieza a secar el surtidor de ideas, y aún así no ceja en su empeño de estrenar una película cada año. Este ritmo de producción (que en su caso implica la escritura del guión y la dirección) es único en la industria cinematográfica en la actualidad y a bien seguro que tiene repercusión en sus films. En el caso de su última película, Allen recupera un guión que escribió en los años 70 con la excusa de haber encontrado al actor perfecto para interpretar esta comedia: Larry David.

El creador y protagonista de Curb your enthusiasm interpreta a Boris Yellnikoff, un viejo pesimista, hipocondríaco e insoportable que es una mezcla de los alter ego de Allen y David. Boris vive en Nueva York y conoce casualmente a una jovencita sureña ignorante (estereotipo redneck interpretada por Evan Rachel Wood) con la que se casa, incomprensiblemente. Posteriormente aterrizan en la ciudad de los rascacielos la madre y el padre de la chica, que sufren sendas transformaciones, de religiosos paletos a promiscua artista bohemia y decorador gay liberal respectivamente.

La endeblez de la historia de Whatever works deja todo el peso de la película en sus diálogos, que, como en toda su filmografía, están plagados de críticas más o menos sutiles a la religión, a la sociedad americana, al sistema... El discurso alleniano de siempre. La novedad radica en la poca mordacidad y la poca gracia del guión. Todo lo dicho es viejo y no hay nada que sea ni mínimamente provocador o hiriente.

Un hecho muy representativo del lugar que ocupa esta comedia es el inicio. Larry David mira a cámara y le cuenta directamente al espectador la historia, un espectador del que tan sólo Boris es consciente. Este recurso metalingüístico seguro que habría sido toda una sensación en los años 70, pero actualmente ya está muy visto (el narrador de The Big Lebowski tiene las mismas características, por ejemplo). Lo mismo sucede con el conjunto de la película. Uno tiene la sensación de que pertenece a otra época, que su estreno llega dos o tres décadas tarde.

En definitiva, una de las películas más prescindibles de Woody Allen que me deja para el recuerdo el maravilloso intento de suicidio de Boris Yellnikoff.

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