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FANTASTIC MR. FOX
Vaya por delante que soy un acérrimo admirador del humor de Wes Anderson. Me encantan todas sus anteriores películas, todas tan especiales: Bottle Rocket, Rushmore, The Royal Tenebaums, The Life Aquatic y The Darjeeling Limited. No hay ninguna con la que no me haya reído a carcajadas, ni tampoco hay ninguna que pueda ser considerada una obra maestra. Pero con Fantastic Mr. Fox siento que el nivel ha bajado y lo achaco a la ausencia de personajes de carne y hueso. El humor de Anderson funciona mejor con la expresión de los rostros sus actores. Y más si sus habituales son gente como Anjelica Huston, Bill Murray, Owen Wilson o Jason Schwartzmann. Esta sensación de añoranza de los rostros es agravada cuando uno reconoce las voces de George Clooney, Jason Schwartzmann, Bill Murray, etc. y mentalmente se imagina su expresión en el momento de recitar los diálogos.
De todas maneras, conseguí divertirme con la película todo lo que pude. El original estilo de animación, una historia entretenida y unos personajes graciosos son suficiente motivo para verla. Pero eso no quita que sea la película más floja de su director y espero que no repita con una película animada. Tal vez habría sido un proyecto más adecuado para el equipo que forman Peter Lord, Nick Park y sus muñecos de plastilina, autores de esas maravillas que son Chicken Run o los cortos de Wallace and Gromit.
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THE MEN WHO STARE AT GOATS
Peor experiencia cinematográfica fue la de The Men Who Stare at Goats. Es uno de estos casos que tanto me irritan en el que la película no añade absolutamente nada a los dos tráilers que había visto. Parece que los responsables de la promoción se han encargado de juntar todas las gracias en unos cuantos minutos y después el film se hace interminable y de lo más tedioso. Todo lo que reí viendo los tráilers se convirtió en bostezos, a pesar de las interpretaciones de Clooney, Kevin Spacey y Jeff Bridges.
El punto de partida es hilarante por partida doble: por bizarro y porque está basado en hechos reales. Resulta increíble que en el Pentágono investigasen sobre el poder de la mente y cómo usarlo como arma, convirtiendo a los soldados en una especie de caballeros Jedi de pacotilla. Con este material las situaciones cómicas están aseguradas, o eso es lo que uno puede pensar. Pero a la hora de la realidad la película está mal resuelta, con un guión muy flojo y una dirección muy impersonal. En definitiva, un desperdicio de historia y de talento.